El Síndrome del Emperador es una categoría no oficial que refiere a aquellos niños que presentan determinadas características como inestabilidad emocional, poca responsabilidad ante el castigo, dificultades para desarrollar sentimientos de culpa y ausencia de apego hacia los progenitores y otros adultos.

Este síndrome define a los niños y adolescentes que abusan de sus padres sin la menor conciencia. La madre suele ser la primera y principal víctima del pequeño tirano, que luego extenderá el maltrato a otros miembros de la familia, a no ser que ponga remedio.

A pesar de que el número de casos no deja de aumentar, que cada vez se da a edades más tempranas y está aumentando en el sexo femenino, el perfil del niño con el Síndrome del Emperador, suele ser el de un varón de 9-17 años, hijo único y de clase media-alta, encontrándose también casos en otros estratos sociales. Este problema se caracteriza por un comportamiento agresivo (verbal o físico), y/o conductas desafiantes o provocadoras de ira en los padres y de violación de las normas y límites familiares; asimismo suelen presentar un alto nivel de egocentrismo, junto con una baja tolerancia a la frustración, empatía y autoestima.

Si bien es cierto que la ausencia de límites o un estilo educativo basado en atender todas sus peticiones son factores que pueden facilitar su aparición, es de vital importancia corregir la idea errónea de que la culpa es de los propios padres, no sólo porque puede generar obstáculos en el tratamiento, sino porque este tipo de violencia suele ser selectiva y no una constante de la personalidad, es decir, los menores pueden tener este comportamiento en la familia y una conducta impecable en la escuela. No obstante, quizá la conclusión más importante, por las posibles repercusiones futuras, es la similitud existente en la mayoría de los casos con la violencia machista, puesto que suele ir dirigida hacia las madres y se ha contrastado un patrón similar de aislamiento y culpabilidad.

También se debe tener en cuenta la influencia del ambiente, ya que los niños de hoy en día viven en una sociedad consumista, individualista y donde prima el éxito fácil y rápido.

Síndrome del Emperador - Psicología Infantil - Centro La Fuente

En general, se tiende a culpar a los padres de este tipo de conductas por ser demasiado permisivos y protectores con sus hijos; aunque también influye el ambiente porque los niños de hoy en día viven en una sociedad consumista, individualista y que prima el éxito fácil y rápido por encima de todo. Además, puede existir una predisposición genética de carácter que explicaría por qué dentro de la misma familia, y en las mismas condiciones, sólo se ve afectado un miembro.

¿Cómo abordamos el Síndrome del Emperador?

El trabajo que se realiza desde el Centro La Fuente con este problema en concreto se basa en tres objetivos fundamentales:

  • Desarrollar la conciencia y las emociones sociales y morales de los menores a través de un programa de habilidades sociales donde se fomenta la empatía, técnicas de solución de problemas y el altruismo.
  • Estableciendo límites y normas firmes que parten de la tolerancia cero ante la violencia, de cualquier tipo, y el engaño.
  • Trabajar su autoestima, ayudándoles en el desarrollo de sus habilidades cognitivas a fin de que ellos mismos conozcan otros puntos fuertes en sí mismos para la obtención de gratificaciones.

Se establecen las siguientes pautas para los padres y tutores:

  • Establecer límites en la conducta manteniendo claro qué se va a consentir y qué no, mostrándose firme en el cumplimiento de esos límites y  teniendo un único criterio educativo, una coherencia entre todos los adultos responsables de la educación.
  • Fomentar la gratificación de las conductas positivas mejor que el castigo, pero si se impone ese castigo, cumplirlo.
  • Explicar claramente cuáles son las normas o por qué se le dice que no a una petición, argumentando, pero sin entrar en debates eternos.
  • Negociar con los adolescentes, mejor que imponer,  suele ser la mejor estrategia, pero sin olvidar que los educadores son los padres.
  • El diálogo, hacer actividades juntos, interesarse por sus preocupaciones, sus actividades…son básicos en una relación y desarrollo emocional sano.
  • No olvidar que por mucho que se quiera a los hijos, la obligación de los educadores es prepararlos para la vida, para ser independientes y sanos, hacer que sean responsables y desarrollen todas sus capacidades y que darles todo no hará que sean más felices.
  • Acudir a los profesionales cuando se tengan dudas o cuando los problemas empiezan a no saberse manejar.
  • Fomentar el desarrollo de la inteligencia emocional y la conciencia. Para ello, los padres deben ayudar a sus hijos a reconocer sus emociones y las de los demás, incidiendo en la empatía e invitándoles a practicar actos altruistas para que vean su efecto en los demás.
  • Enseñarles a cultivar habilidades no violentas. En una casa en la que los adultos gritan y amenazan, difícilmente lograremos que los pequeños se comuniquen de forma sosegada. Los progenitores deben dar ejemplo y practicar con ellos el diálogo respetuoso y la escucha.
  • Enseñarles a cultivar habilidades no violentas. En una casa en la que los adultos gritan y amenazan, difícilmente lograremos que los pequeños se comuniquen de forma sosegada. Los progenitores deben dar ejemplo y practicar con ellos el diálogo respetuoso y la escucha.
  • Poner barreras claras. Los padres no deben tolerar la violencia ni el engaño. Estas son líneas rojas que el pequeño debe saber que no puede cruzar, por muchas estrategias que use para poner a los padres a prueba.

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