Entender el fenómeno de la violencia en adolescentes es una tarea difícil para investigadores y profesionales implicados en su prevención y tratamiento.

Debemos prestar mucha atención en las características comportamentales de los menores ya que las conductas problemáticas pueden llegar a ser un grave problema de conducta disocial por efecto de una serie de factores de riesgo presentes a lo largo de la vida del menor.

¿Qué entendemos por conducta antisocial?

Por lo general, los menores que manifiestan conductas antisociales suelen presentar conductas agresivas repetitivas, robos, provocación de incendios, vandalismo y en la mayoría de los casos, quebrantamiento serio de las normas en el hogar y la escuela. (Kazdin, 1988)

El que una conducta se llame antisocial, depende en parte de la gravedad de los actos, no obstante, hay que tener en cuenta siempre el contexto sociocultural en el que surge la conducta porque no hay criterios objetivos para determinar qué es antisocial, de esta forma, puede serlo en un contexto sociocultural pero no en otro. (Kazdin y Buela-Casal, 2002).

Loeber (1990), advierte que el término conducta antisocial se debería reservar para aquellos actos más graves, tales como robos deliberados, vandalismo y agresión física.

Si evolutivamente las conductas antisociales y agresivas tienden a disminuir, ¿porqué hay un incremento de arrestos juveniles por conductas antisociales agresivas o violentas al final de la adolescencia o principios de la edad adulta? (Cairns y Cairns, 1986; Loeber y Farrington, 1999).

Loeber y Stouthamer-Loeber (1998) sugieren al respecto que probablemente los adolescentes jóvenes que han sido más agresivos o violentos durante su infancia aumentan sus conductas antisociales y agresiones físicas o violentas a lo largo de la adolescencia.

Sin embargo, estos  estudios al respecto solo reflejan tendencias, ya que no implica necesariamente que el niño que fue muy agresivo siga siéndolo con el tiempo y se implique en más comportamientos antisociales, ni que aquellos que comenzaron su carrera antisocial en etapas más tardías, y tuvieron una infancia sin la presencia de comportamientos agresivos, no cometan actos violentos en la adolescencia o edad adulta (Windle y Windle,1995).

Además, la presencia de conductas agresivas o violentas no tienen porque aparecer unida a la conducta antisocial invariablemente, existiendo comportamientos antisociales no agresivos.

¿Qué factores son relevantes en la aparición de las conductas agresivas? (Tobeña, 2001).

Los humanos podemos aprender a comportarnos violentamente  por procesos de aprendizaje como por ejemplo la observación , pero la personalidad y las capacidades cognitivas de los individuos pueden facilitar o dificultar la aparición y consolidación del comportamiento agresivo.

En cuanto a los factores ambientales que contribuyen al desarrollo de estas conductas se han propuesto, entre otras, las influencias de los padres, de otros menores  y del nivel socio-económico (Lahey, Waldman, McBurnett, 1999).

Respecto a los factores individuales que intervienen en la gestación de la conducta violenta estarían la adaptación escolar, la gestión emocional, la impulsividad, la búsqueda de sensaciones, la baja percepción de riesgo o daño entre otros (Del Barrio,2004).

Algunos de los menores del Centro “La Fuente” presentan conductas relacionadas con esta problemática y trabajamos conjuntamente educadores, psicólogos, y psiquiatra tanto a nivel individual como grupal y familiar, siempre con el objetivo de que nuestros menores desarrollen una correcta adaptación a la sociedad y al ámbito familiar.

Se interviene con los padres proporcionándoles pautas para manejar situaciones conflictivas con los menores y potenciar la capacidad de control sobre ellos. A nivel individual y grupal nuestro objetivo es concienciar a los menores de las graves consecuencias que conllevan estas conductas y responsabilizándolos de ellas, teniendo en cuenta en todo momento las características personales y comportamentales de cada menor.

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