El Trastorno por Estrés Postraumático (TEPT) en la infancia y adolescencia es diferente al de los adultos. Los investigadores clínicos de la salud mental trabajan en la atención a las altas tasas de sucesos traumáticos entre menores y su impacto psicológico.
Los eventos traumáticos que desencadenan este tipo de trastorno en la etapa de la infancia suelen estar desencadenados por la exposición a violencia, de tipo maltrato, accidentes, ser testigos de homicidios, suicidios, violaciones, abusos físico o sexual. En el caso de situaciones de maltrato, éste puede ser infringido por familiares directos o personas en las que se confiaba, sufridos a edades tempranas, y repetidos y reiterados por personas que han hecho presión para silenciarlos.
Las respuestas de los menores ante el sufrimiento de este tipo de trastorno son:
– Revivir el acontecimiento traumático, que se suele reflejar en una representación repetida de recuerdos expresados en pensamientos relacionadas con el trauma; también se presentan en sueños que pueden llegar a ser terroríficos.
– La sensación de estar reviviendo el hecho traumático la pueden expresar también como re-escenificaciones del mismo, ensoñaciones diurnas, alucinaciones e incluso estados disociativos.
– Los menores pueden también presentar malestar psicológico severo y/o respuestas fisiológicas al exponerse a estímulos internos, como recuerdos o sensaciones, o externos, como lugares o fechas, que simbolicen o recuerden el hecho.
Los niños y adolescentes con TEPT, pueden presentar trastornos del apego, habilidades sociales deterioradas, agresividad, problemas en el control de los impulsos, ansiedad, depresión, somatización y uso o abuso de sustancias.
Se debe señalar que durante la infancia, la fase de desarrollo física y psicológica está en su plenitud y la presencia de acontecimientos estresantes o situaciones vitales adversas pueden hacer que el impacto sea dramáticamente significativo ya que lo que se necesita en esa fase, sobre todo, son condiciones de estabilidad y protección.
Cobra una importante relevancia la hipótesis de que el abuso en la infancia presenta un riesgo más alto para el desarrollo de un TEPT. El abuso y negligencia en la infancia son extremadamente comunes en nuestra sociedad. En España hay más de 30000 menores tutelados por organismos públicos de los que 14600 viven en centros de acogida; en torno a 15900 lo hacen en acogimiento familiar administrativo y 2800 en régimen de acogimiento familiar judicial. Estos menores suelen recibir una variedad de etiquetas psicológicas, pero ninguno de estos diagnósticos recoge sus profundas alteraciones en el desarrollo, ni los orígenes traumáticos. La familia juega un papel crucial para determinar cómo son las experiencias infantiles y cómo se recuperan los menores de una experiencia traumática. Cuando es la familia la fuente del trauma, pueden verse severamente alteradas muchas competencias críticas del desarrollo. El abuso o maltrato íntimo, doméstico o familiar, se da durante largos periodos de tiempo, en los cuales los menores quedan atrapados y condicionados por un gran número y variedad de circunstancias estresantes. Factores o situaciones que comprometen el desarrollo psicológico y físico del menor, negación o aceptación de la madre de la relación incestuosa del padre con una hija; modelos de apego inseguro; adversidades socioeconómicas; conflictos familiares; psicopatología o adicción del cuidador… Con todo esto, no resulta difícil que los menores incorporen el sistema de creencias del agresor de modo defensivo.
A modo de conclusión decir, que el protocolo de evaluación y actuación para estos casos, debe de atender a la complejidad de este trastorno ya que supone un alto nivel de sufrimiento, además de atender distintas variables y factores que podrían ser precipitantes. Una investigación rigurosa debe de posibilitar una mayor y mejor definición de las estrategias de diagnóstico e intervención en tales casos.
La Dirección del Centro.
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